"Orestes" , de Betty Gambartes y Diego Vila, basado
en "El reñidero", de Sergio de Cecco. Intérpretes:
Julia Zenko, Carlos Vittori, Susanna Moncayo, Rodolfo Vass, Carlos
Rivarola, Jorge Nolasco, Giuliana Rosseti y elenco. Diseño
de iluminación: Roberto Traferri. Diseño de vestuario:
Mini Zuccheri. Coreografía: Oscar Araiz. Música y dirección
musical: Diego Vila. Dirección: Betty Gambartes. Duración:
145 minutos. En el Avenida. Función: hoy, a las 18.
Nuestra opinión: bueno
La
tragedia roza las baldosas del suburbio, mientras Elena las moja con
su llanto inconsolable. Ha perdido a su padre y la sospecha de un
asesinato le provoca siniestros desvelos. El crimen y la idea de que
los posibles culpables sean personas cercanas le horadan permanentemente
el cerebro y su corazón clama venganza.
. Este es el comienzo de "Orestes", ópera tanguera
que está mucho más cerca de "El reñidero",
de Sergio De Cecco, que de "Agamenón", de Esquilo,
primera tragedia de la "Orestíada". Pero el drama
sigue estando, envuelto en intrigas, malevaje, recelos, codicias y
traiciones. Todo ese mundo orillero resumido en un juego de pasiones
que desata Elena, la que clama por sangre. Frente a ella está
Nélida, su madre, que no encuentra la forma de contener a su
hija, y Soriano, ladero de su padre y sospechoso de haberlo asesinado.
Acorralada entre su propio odio y la indiferencia de los demás,
Elena busca el brazo vengador de su hermano Orestes, quien es también
víctima de la injusticia y la traición y termina siendo
el ejecutor.
El
género adecuado
Con esta trama y estos personajes, nadie pone en duda que el
género musical que mejor se ajusta es el tango. Y en este sentido,
la composición de Diego Vila es precisa para acompañar
la palabra del texto, distinguiéndose especialmente en los
dúos, trío y cuarteto, donde las voces se conjugan con
un fuerte sentido dramático. Claro que para lograrlo la puesta
contó con la presencia de excelentes cantantes, no sólo
desde el punto de vista vocal, sino también interpretativo.
En este sentido se lució Julia Zenko (Elena), quien además
de una voz que se ajusta al tango como un guante, aportó una
interesante cuota de dramatismo a las acciones. Algo similar a lo
realizado por Susanna Moncayo (Nélida), mezzosoprano, que en
el papel de la madre compone una certera contracara de su colega.
Carlos Vittori (Orestes), en su registro lírico de tenor y
con una proyección contenida, logró asentarse apropiadamente
en el clima tanguero. Rodolfo Valss (Soriano), por su parte, parece
no haber encontrado la composición adecuada para dar carnadura
a un hombre tortuoso que se siente protegido por la impunidad. No
se llega a percibir lo que piensa o siente su personaje.
Es necesario registrar un reparo al sonido amplificado, que tiene
un volumen apropiado para el canto, pero en las partes habladas de
los hombres resulta demasiado bajo para entender el texto.
La puesta de Betty Gambartes demuestra buena resolución en
algunas escenas (la de las escaleras de mano) que tienen una fluida
continuidad y un peso teatral; en otras, la entrada y salida de los
actores-cantantes cada vez que empiezan o terminan una secuencia entorpece
la atención, de la misma manera que los números de baile,
donde las parejas resultan demasiado atractivas para presentarlas
simultáneamente con la acción.
Un aporte incuestionable es la iluminación de Roberto Traferri
para la creación de los climas y el vestuario le dio la puntada
final a la hechura visual. Finalmente, el Sexteto de Tango que, como
acompañante, tuvo una participación impecable.
por
Susana Freire
Para LA NACION
Foto:
Ricardo Klapwijk